El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: sentimos como un cosquilleo nos llena los nervios, una voz muda, una ligera sensación como de un recuerdo lejano o como si cayéramos desde gran altura. Sabemos que nos aproximamos al más grande de los misterios.
Carl Sagan
Un espectacular travelling en retroceso que nos lleva desde la ruidosa estratosfera de nuestro planeta al silencioso confín de la galaxia —y en el que, por un fugaz momento, podemos contemplar a la Tierra como ese punto azul pálido del que hablaba Carl Sagan— sirve a Robert Zemeckis como elocuente introducción y preciso corolario previo de lo que va a exponer en el que, personalmente, considero su mejor filme junto a ‘Regreso al futuro’ (‘Back to the Future’, 1986), una obra maestra elegante, vehemente y enérgica en la que el cineasta se convierte en la encarnación visual de la arrebatadora voz con la que Sagan supo despertar —y sigue sabiendo a través de su obra— la curiosidad por el cosmos en aquellos que alguna vez se hayan acercado a alguno de sus maravillosos escritos.
Lectura personal de cabecera desde que la descubrí con catorce años, ‘Cosmos’ (id, 1980) supuso para el que esto suscribe poder asomarse casi por primera vez a eso que el personaje de Jodie Foster —sublime de principio a fin— expresa con tantísima pasión cuando intenta defender el acontecimiento único que ha vivido delante de las escépticas miradas del comité de investigación del congreso:
…una visión del universo que nos dice, sin la menor duda, lo diminutos e insignificantes, y lo raros y preciosos que somos. Una visión que nos dice que pertenecemos a algo más grande que nosotros mismos, que no estamos solos, que ninguno de nosotros lo está.
Momento fundamental y definitivo en la evolución de Ellie Arroway, la astrofísica del programa SETI que intenta demostrar la existencia de inteligencia más allá de nuestro planeta, el anterior discurso, unido a los tres minutos y medio del comienzo del filme concretan, a mi entender, el esquema fundamental sobre el que Zemeckis en la dirección y James V. Hart y Michael Goldenberg en el guión —supervisado de forma íntima por Sagan— construyen dos horas y media en los que el cineasta da una categórica lección de autoridad cinematográfica, trabando con inquietud y un despliegue de ingenio asombroso una historia que habla de lo humano y lo divino, lo finito y lo infinito, la razón de la ciencia y la fe de la religión y de cómo dichos conceptos pueden llegar a aunarse para arrojar luz sobre esas preguntas que la humanidad siempre se ha hecho.
La historia que primero fue guión, después novela y finalmente película
El primer guión de ‘Contact’ que ví era genial hasta la última página y media. Y entonces el cielo se abría y aparecían unos extraterrestres angelicales con un espectáculo asombroso de luces y me dije, “esto no va a funcionar”.
Robert Zemeckis
Allá por 1979, Lynda Obst —productora de títulos tan variados como ‘Flashdance’ (id, Adrian Lyne, 1983), ‘El rey pescador’ (‘The Fisher King’, Terry Gilliam, 1991) o de lo próximo de Christopher Nolan, la esperadísima ‘Interstellar’ (id, 2014)— propuso a Peter Guber la idea de que Carl Sagan desarrollara un guión a partir del germen que ese mismo año había comenzado a barruntar sobre el contacto con una inteligencia extraterrestre. Tengamos en cuenta que por aquél entonces el cine con alienígenas estaba pasando por un momento inmejorable, con ejemplos tan extremos como los que suponen ‘Encuentros en la 3ª fase’ (‘Close Encounters of the Third Kind’, Steven Spielberg, 1977) o ‘Alien, el octavo pasajero’ (‘Alien’, Ridley Scott, 1979), y que la idea de Obst, que Guber aceptó de inmediato, era aprovechar el tirón de los extraterrestres para sacar tajada en taquilla.
Poniéndose a ello con su esposa, Sagan tuvo un primer borrador de unas 100 páginas finalizado en 1980, y ya en él se introducían las analogías entre ciencia y religión como metáforas de la búsqueda de esa verdad que Joss Palmer, el personaje que Matthew McConaughey interpreta con corrección, tan vehementemente defiende. Tras diversas reescrituras —con cambios propuestos por el productor que los Sagan se negaron a aceptar—, Guber llegó a la Warner con el libreto de ‘Contact’ bajo el brazo en 1982, abriendo sin saberlo las puertas a un infierno que provocaría, entre otras cosas, que el científico decidiera convertir su tratamiento cinematográfico en una novela que sería publicada con gran éxito en 1985.
La marcha de Guber de la Warner y su pretensión de readquirirle los derechos a la major una vez se encontró en el seno de la Sony, provocó por parte de la primera una rápida reacción, encargando la productora a Obst que pusiera a marchas forzadas la finalización de un guión definitivo, para lo que se contrataron a más guionistas, al tiempo que se empezaban a barajar nombres como los de Roland Joffé, el propio Zemeckis —la cita de arriba es de la época en la que el cineasta leyó el primer guión— y George Miller, el que llegó a estar más cerca de sentarse en la butaca de director.
Pero los constantes retrasos a los que el cineasta australiano sometió a la cinta, aduciendo la necesidad de más tiempo para re-escribir el guión —que en un momento dado incluía al Papa, a Linda Hunt como presidenta de los Estados Unidos y a un agujero de gusano que transportaba la Tierra al centro de la galaxia (sic)— fueron demasiado para la Warner, que terminó despidiéndole y ofreciendo el trabajo a un Zemeckis al que se le garantizó un control artístico total y la decisión final sobre el montaje de la cinta. ‘Contact’ estaba ya más cerca de ser una realidad.
‘Contact’, una cinta técnicamente perfecta
Con Zemeckis a bordo, un guión ya consolidado que eliminaba los elementos más estridentes de las muchas re-escrituras que sufrió a lo largo de los años, la supervisión de Carl Sagan en todos los aspectos científicos que se tratan a lo largo de la acción y el apoyo de la Warner, que aprobó sin problemas el presupuesto de 90 millones que se le presentó, ‘Contact’ llegaba a los cines de medio mundo a principios de julio de 1997, sólo cinco meses después de que finalizara su rodaje. Cinco meses en los que hasta ocho compañías de efectos visuales —entre las que estaban, cómo no, ILM y Weta— se dejaron la piel para completar un trabajo alucinante que rubrica una cinta a la que creo que no se le puede poner ninguna pega desde el punto de vista técnico.
Fotografiada con gran esmero en anamórfico por un Don Burgess que realiza aquí su mejor trabajo junto con ‘Náufrago’ (‘Cast Away’, 2000) al lado de Zemeckis, ‘Contact’ fue, y sigue siendo, el máximo ejemplo de las muchísimas virtudes que el cineasta estadounidense había ido cultivando a lo largo de los años. Fuera de toda duda quedan ya a estas alturas las impresionantes cualidades de la narrativa del director, que une aquí a la claridad de la que siempre ha hecho gala una extrema elegancia y un mimo por el detalle que encuentran su mejor ejemplo en la asombrosa ejecución de dos planos secuencia que hablan por sí solos del genio del director.
(Atención, spoilers) Y si el segundo de ellos, que sigue a Ellie por entre las instalaciones de Nuevo México una vez ha llegado la señal de Vega —impresionante resulta también el juego de planos que precede a ésta— es asombroso, el primero es directamente la obra de un maestro. Me refiero, cómo no, al que utiliza Zemeckis para aumentar la carga dramática de la escena en la que la protagonista, aún niña, sube las escaleras a cámara lenta para llegar a la estantería del cuarto de baño donde están guardadas las píldoras que pueden salvar la vida de su padre. Todavía me recuerda mi esposa la cara de pasmarote que se me quedó la primera vez que vi la cinta al descubrir que todo lo que se veía en él era el —imposible— reflejo en un espejo. Sin palabras.
Ciencia y religión
La primera gran virtud del hombre fue la duda, y el primer gran defecto la fe.
Carl Sagan
Pero ‘Contact’ es mucho más que la mera conjunción de la impecable labor de dirección, diseño artístico, efectos visuales, música —impresionante la forma en la que el score de Alan Silvestri alterna los momentos más íntimos con el vértigo de temas como el de la carrera de Ellie o lo que precede al viaje estelar de ésta— o la totalidad de su reparto con una Jodie Foster a la cabeza que encuentra en el filme uno de los vehículos de lucimiento más espectaculares de cuántos se ha visto implicada. No. Si nos quedáramos en eso y no fuéramos capaces de ver más allá estaríamos cayendo en el mismo error de los muchos críticos que en su momento no supieron vislumbrar la grandeza que se oculta a la vista de todos en este maravilloso filme.
Posicionado en los términos más neutrales posibles con respecto a las dos fuerzas que se miden a lo largo de la acción y que quedan representadas por Ellie —la fuerza de la razón, de la ciencia— y Palmer —la de la fe y la religión—, el guión que Zemeckis pone en escena otorga la suficiente voz a una y a otra actitud para conseguir algo que en la vida real aún parece implausible: la conciliación de posturas entre ambos extremos de la conciencia humana. Y para ello, como comentábamos más arriba, la cinta nos somete a un preciso proceso de empatía con su protagonista, haciéndonos partícipes de la vehemencia de su empírica visión sobre la realidad que nos rodea para, llegado el momento, poder sentir más de cerca la abrumadora duda que la embarga al regreso de su viaje al confín del universo.
No cabe duda de que, en cierto modo, Ellie es un alter ego de Carl Sagan —no hay más que leer la cita que encabeza esta sección— como tampoco que el científico intentó conciliar su pasión con un fenómeno que, como se dice en un momento dado en el filme “afecta al 95% de la población del planeta”. Y si bien no es este el lugar para dirimir la existencia de un Dios omnipotente, creo que lo que ‘Contact’ logra a todas luces es llevar a buen término las verbalizaciones más exaltadas de ambas posturas, algo que, en cierto modo, ya había hecho Sagan en su momento al afirmar:
Muchos piensan que Dios es un hombre de tamaño gigante, piel clara y larga barba blanca sentado en un trono en algún lugar del cielo ocupado en contar la caída de cada gorrión. Otros como Albert Einstein consideran que Dios es en esencia la suma de todas las leyes físicas que describen el universo. No tengo conocimiento de ninguna evidencia sobre patriarcas antropomórticos que controlen el destino de la humanidad desde un punto de vista celestial, pero sería una locura negar la existencia de las leyes físicas.
Esta cita, mejor que ninguna otra torpe disertación que pudiera hilvanar un servidor, habla de las intenciones que el añorado autor tenía para con novela y que Zemeckis refleja a la perfección revestida de grandioso espectáculo cinematográfico en ‘Contact’. La fuerza del mensaje, potenciada por la labor de Foster y por la delicada forma en que se nos hace llegar —la secuencia del encuentro con la inteligencia extraterrestre es de un lirismo arrebatador—, es tan incuestionable como, a mi parecer, lo es el hecho de que al hablar de este filme hay que hacerlo en los sobresalientes términos que creo han quedado perfectamente expuestos.