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'The Yellow Submarine', reparto de lo nuevo de Robert Zemeckis

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Robert Zemeckis sigue a lo suyo. Tiene un estupendo contrato con la Disney que le debe estar proporcionando grandes sumas de dinero, así que aunque los efectos especiales de ‘Avatar’ hayan dejado por los suelos sus sofisticadísimos experimentos con el 3D y la “performance capture”, él no se inmuta y ya está preparando su próxima película, ‘The Yellow Submarine’, que seguirá en la línea de ‘Polar Express’, ‘Beowulf’ y ‘Cuento de navidad’ (‘A Christmas Carol’). En la imagen de arriba tenéis el logo oficial de este nuevo proyecto, que como sabréis, no es más que un remake en 3D de la película animada que dirigió George Dunning en 1968, con The Beatles como protagonistas.

Zemeckis, que dice que ha escrito el guión (igual que el de ‘Cuento de navidad’), ya tiene a los actores que darán vida a los cuatro protagonistas de esta nueva versión. Los elegidos son Dean Lennox Kelly, Peter Serafinowicz, Cary Elwes y Adam Campbell; ellos serán, respectivamente, John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr. A diferencia de sus últimos trabajos, en esta ocasión el reparto sólo prestará sus voces, como en las películas de animación convencionales. Kelly, Serafinowicz, Elwes y Campbell no se moverán ni actuarán como los Beatles, esto lo hará una banda llamada The Fab Four, compuesta por fans del grupo. Supongo que tiene sentido. Se espera que la película, que no contará con las mismas canciones que la original, esté en los cines en algún momento de 2012.

PD: El tráiler de la original. Hace 40 años de esto:

Vía | SlashFilm


Disney cierra el chiringuito digital de Robert Zemeckis

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Se veía venir. Los estudios Disney han cerrado la empresa que dirigía Robert Zemeckis, ImageMovers Digital (IMD), de donde han salido películas como ‘Monster House’, ‘Polar Express’ o ‘Beowulf’. Cuesta creer que esta decisión, que se ha conocido hoy, no tenga nada que ver con los decepcionantes resultados de ‘Cuento de navidad’, tanto en taquilla como en el apartado visual, ya que ‘Avatar’, estrenada poco después, dejaba totalmente en ridículo la floja película de Zemeckis, vendida poco menos que como un milagro tecnológico. No sé si alguien la echó de menos, pero tampoco entró entre las cinco nominadas a mejor película de animación de 2009. A mí eso me sonó a fracaso.

Sin embargo, como suele pasar con este tipo de decisiones empresariales (porque el tema es éste, el cine dejó de importar hace tiempo), el fin de IMD no se producirá inmediatamente. Seguirá funcionando hasta el año que viene, hasta que se termine la producción de ‘Mars Needs Moms!’ (que dirige Simon Wells); se prevé que sea en enero de 2011 cuando se cierren definitivamente las puertas de sus instalaciones, ubicadas en el condado de Marin, al norte de San Francisco. Alan Bergman, presidente de The Walt Disney Studios, aclaró que la decisión se ha debido a las dificultades económicas de hoy en día y a que IMD ya no encajaba en su modelo de negocio. Dicho de manera más clara: Zemeckis y los suyos estaban saliendo muy poco rentables.

A pesar de esto, en Disney todavía esperan poder colaborar con el director de ‘Forrest Gump’ y sus otros socios de IMD, Jack Rapke y Steve Starkey, incluyendo el desarrollo de ‘Yellow Submarine’ (que estaba prevista para 2012), pero ya será en otros términos, que todavía se tienen que negociar. Veremos qué camino toma Robert Zemeckis a partir de ahora.

PD: Me imagino a Ryan Bingham (‘Up in the Air’) visitando a Zemeckis tras la decisión de Disney: “Anímate, Rob, ¿por qué no lo enfocas de la manera adecuada? Ahora podrás volver a hacer las películas que hacías antes. Ya sabes, las que eran emocionantes y divertidas”.

Vía | ComingSoon

'Regreso al futuro', el triunfo de la imaginación

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Cuando en 1985 se estrenó ‘Regreso al futuro’, el crítico Roger Ebert (que jamás, pese a que le nombre, me ha parecido un crítico de cabecera) afirmaba que esta película tenia reminiscencias del cine clásico y, concretamente, del cine de Frank Capra, con su insuperable ‘¡Qué bello es vivir!’ como ejemplo máximo. No andaba desencaminado este hombre, por mucho que pueda parecer hilar muy fino. Salvando las distancias, Zemeckis, que en los años ochenta se encontraba en estado de gracia, podría ser uno de los (remozados) herederos de cierta concepción del cine clásico y de ciertos narradores americanos, aunque el viaje nostálgico-aventurero de Marty McFly dista mucho de la agonía existencialista de un George Bailey encerrado en la mentira rooseveltiana.

Ayer hablábamos de ‘Camino a la perdición’ como un ejemplo de intento de gran obra estética, que se quedaba a medio camino de casi todo. Y hoy hablamos de una película de aventuras sin más pretensión que provocar un placer máximo al espectador, en forma de diversión y emoción sin tregua. Mientras la primera será recordada con más respeto por parte de los espectadores, sin lugar a dudas porque representa un cine más “serio”, mas “dramático”, más “importante“; la segunda será considerada de inferior rango por el mero hecho de su propio carácter juvenil, cuando en realidad es de muy superior rango a aquélla, ya que consigue todo lo que se propone, y es un alarde de puro ingenio y un triunfo de la imaginación.

Es decir, que seguramente, sin ser conscientes, muchos antepondrían el academicismo de ciertas obras, antes que la sencilla felicidad de filmar que despliegan otras. Allá cada cual con sus argumentos, el que los tenga. Pero esto es pura felicidad de narrar, puro ingenio desatado, de cuando Zemeckis, en asociación con su amigo Bob Gale, supuraba cine por los poros de su piel, y estaba enamorado de sus propias historias. ‘Regreso al futuro’ es un hito del cine de aventuras, un homenaje al cine y a una época que, partiendo de un guión poco menos que perfecto, hace un repaso certero y emocionante a no pocos mitos e iconos estadounidenses, para proponernos un espejo divergente y apasionante.

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La Odisea de Levis Strauss

Marty McFly emprenderá una especia de Odisea de Ulises, hasta las mismas raíces de su propia e intangible existencia. Se dice pronto. La identificación con este chaval algo sinvergüenza, de buen corazón, músico frustrado y de padres melancólicos y de sueños fracasados, es inmediata y sin fisuras. Hay millones de Martys Mcflys en el mundo occidental. Claro que su amistad con el chiflado inventor, el Dr. Emmett Brown (genial, inolvidable Christopher Lloyd, realmente el alma de la película), un cruce entre Albert Einstein y un cartoon de Tex Avery, dará pie a un inesperado viaje en el tiempo en una máquina muy diferente a la que viéramos en la formidable ‘El tiempo en sus manos’ (George Pal, 1960), pues ya lo dice Marty: “¿Has construido una máquina del tiempo…con un Delorean?”.

De modo que, accidentalmente, de modo impredecible, Marty usará ese Delorean para escapar de los asesinos de su amigo, e irá a parar a 1955, treinta años antes. A partir de ahí, no hay una sola secuencia sin una idea absolutamente brillante, que parecen cazadas al vuelo, pero que revelan un guión trabajadísimo, magistral. Dado que lleva puesto el traje anti-radiación, unos granjeros le toman por un extraterrestre. Nada extraño, pues los años cincuenta fueron un boom de la obesión OVNI. A continuación, obligado a quedarse en esa época, tiene lugar una secuencia magnífica en un bar del pueblo, donde se reirán de él por llevar un flotador (su chaqueta), no sabrán a qué se refiere cuando pide una “Pepsi sin” (“¿sin qué? ¿sin pagar?”), y se dará de bruces nada menos que con su propio padre, un pringado, un acomplejado, del que abusan sus compañeros, principalmente el matón descerebrado de Biff Tannen (fantástico Thomas F. Wilson).

Hay algo muy poderoso en esta imagen del hijo que conoce a su padre en su misma edad, algo psicológico muy resbaladizo, que Zemeckis maneja muy bien. Por supuesto, le sigue y ocupa su lugar en el accidente de coche con el que tenía que darse a conocer (provocando compasión) a la madre de Marty. De modo que su madre se enamora de él, y no de su padre. A parte de una variación divertidísima del mito de Edipo, y de lo perturbador de esta idea, este truco de guión es maravilloso porque, a fin de cuentas, se reemplaza la compasión por una pasión que viene a ser un eco del amor de una madre que lleva sus mismos genes. Rebautizado ya como Levis Strauss (por sus vaqueros, claro), la hazaña de Marty consistirá en conseguir que su madre (que está enamorada ahora de él), se enamore de su padre (que es un cero a la izquierda), o en caso contrario él no llegará a existir. Ahí es nada.

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Es muy emocionante presenciar de qué modo padre e hijo se parecen en sus frustraciones, y cómo deben intentar vencerlas juntos, aunque ni siquiera sepan que están haciéndolo. Pero la verdadera amistad de la película, y de la trilogía, es la que se establece entre Marty y Doc, dos improbables amigos que tienen gran química juntos. Doc vendría a significar la mente y las ideas, y Marty el físico y la acción. Alma y corazón de la película, respectivamente. Dos amigos que intentarán vencer las leyes del tiempo y el espacio.

Zemeckis, el delfín plateado

Perteneciente a la generación de directores que han surgido de escuelas de cine, pronto encontró en Spielberg un aliado y un mentor, que le ayudó de manera entregada en sus inicios. De hecho, puede considerarse a Zemeckis una especie de delfín de Spielberg. En su más completa película hasta entonces, ‘Regreso al futuro’, Zemeckis demuestra una envidiable soltura en la planificación (tanto visual como sonora), en el ritmo y en la construcción de crescendos. Es un narrador consumado. Sin grandes alardes, con eficacia, plantea una puesta en escena sencilla y directa, y es capaz de montar vibrantes secuencias de acción y de armar la tensión, como en la escena del viaje de vuelta de Marty, todo un alarde de montaje y de comprensión y estiramiento del tiempo.

Su creatividad visual, y su sentido de la maravilla, quedan patentes a lo largo de toda la película, un conjunto de gran fluidez y una reconstrucción histórica (a cargo de Lawrence G. Paull) de primer orden. Cine artesanal y exacto como un reloj, que nos devuelve las ganas de vivir y reir, y que nos propone un viaje sin complejos, en el que todos podemos embarcarnos. Poco importa que más que sci-fi, sea un cuento de hadas en el que los personajes hacen esa transformación tan deseada por los academicistas. ‘Regreso al futuro’ es para disfrutar y olvidarse de todo. Para soñar.

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'Timeless', lo nuevo de Robert Zemeckis no es animación

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Por fin una buena noticia. Robert Zemeckis volverá a jugar con los viajes en el tiempo más de 20 años después de hacerlo en su famosa, y estupenda, trilogía iniciada con ‘Regreso al futuro’ (‘Back to the Future’, 1985). Y digo buena noticia porque aunque soy de los que no echan pestes contra las películas animadas de este señor, ‘The Polar Express’ (id, 2004), ‘Beowulf’ (id, 2007) y ‘Cuento de Navidad’ (‘A Cristmas Carol’, 2009), que todavía me falta por ver, sí considero excesiva la obsesión que Zemeckis tiene por el ordenador, sobre todo cuando otros cineastas, y no digo nombres, le superan con creces.

Ahora eso se va a acabar, al menos de momento. Robert Zemeckis dirigirá ‘Timeless’, film en imagen real, cuyo guión ha sido escrito por Mike Thompson. Nada más se sabe, sólo que se pretende sea un blockbuster lleno de efectos especiales con vistas a estrenarlo en época veraniega o navideña.

Si Zemeckis recupera la mano de films como la mencionada trilogía, o su oscarizado film, o esa pequeña joya que es ‘Lo que la verdad esconde’ (‘What Lies Beneath’, 2000) podemos prepararnos para algo grande. O no.

Vía | Las horas perdidas

'Náufrago', el hombre ante la soledad

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No cometamos el pecado de perder la noción del tiempo

-Chuck Nolan

‘Náufrago’ (‘Cast Away’, 2000), pertenece a una etapa en la carrera de Robert Zemeckis, antes de que le diera la fiebre por la animación digital —con flojos resultados, nada que ver con la estupenda ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ (‘Who framed Roger Rabbit?’, 20001988)—, en la que buscaba una especie de clasicismo que le elevara de categoría y pasar de aplicado artesano a codearse con los grandes —léase Steven Spielberg—. A esa época pertenecen títulos como ‘Forrest Gump’, ‘Contact’ (id, 1997) o ‘Lo que la verdad esconde’ (‘What Lies Beneath’, 200). Una decisión equivocada a mi modo de ver, porque Zemeckis siempre se ha movido mejor en el terreno de las historias de género, las que son pura diversión desinhibida, y no en el de las películas bigger than life. De todas ellas, ‘Náufrago’ es la mejor. De lejos.

Esta película es Tom Hanks. No existe un solo plano en todo el film en que no aparezca, por lo que si el actor no es santo de devoción del espectador —como reconozco es mi caso— el asunto no se antoja especialmente apetecible. Siempre me ha resultado algo estomagante esa especie de candidez e infantilismo que imprime a todos sus papeles de americano medio, como si fuera un James Stewart algo corto de luces. Pues bien, he de reconocer que a la media hora de película ya habia olvidado la antipatía que siento por el actor y estaba completamente entregado a esta historia de soledad y supervivencia dirigida con pulso maestro por Robert Zemeckis.

Chuck Nolan odia perder el tiempo. Es un importante directivo de la empresa de mensajería FedEx y no soporta que los envíos no lleguen a su hora. Es el mejor en su puesto —algún día habría que hablar de esa manía del cine americano por la que el protagonista siempre es el mejor del mundo en su puesto. No hay espacio para la medianía en los Estados Unidos—. En su vida no existen tiempos muertos, su amuleto es el “busca” y hasta los encuentros con su novia se parecen más a reuniones de trabajo donde deben cuadrar fechas para verse unos minutos. El director, viejo zorro, dota al principio de la cinta de un ritmo estresante y una sensación de tiempo que se escapa para que cuando la narración llegue a la isla —porque hay una isla, como es de esperar en un film que se titula ‘Náufrago‘— sea mayor el choque. Pero vayamos al accidente.

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La escena del accidente de avión que convertirá al personaje de Tom Hanks en un náufrago, es simplemente magistral en su realismo y planificación. El espectador se siente realmente “empotrado” con los protagonistas. El terror y la impotencia de Tom Hanks se contagian a la platea mientras la avioneta cae hacia la muerte. Una vez que el avión se ha estrellado en medio del mar, nuestro protagonista salva milagrosamente la vida y emerge a superficie desde el fondo del mar en una frágil barca hinchable. En un fantástico plano cenital, vemos la humilde barca perdida en medio de una terrible tormenta. Como el protagonista, solo atisbamos lo que ocurre cuando los rayos iluminan la pantalla, el resto de tiempo estamos a oscuras. La escena es de una belleza atroz. Esto es Cine, señores.

Una vez en la isla a la que llega arrastrado por la marea, el personaje se enfrenta a mil pequeños problemas que no solemos ver en las películas de náufragos, esto no es Robinson Crusoe. En este primer contacto con su nuevo entorno, nuestro protagonista no sabe qué hacer. Deambula, toma decisiones equivocadas, se le ve gordo, torpe, trata de refugiarse como puede de las torrenciales lluvias que caen cada dos por tres e intenta conseguir agua y comida con resultados que rozan lo patético. Solo hace falta ver lo difícil que es conseguir algo tan vital como el fuego. Cuando lo logra, el actor contagia su entusiasmo al público. Algo en aparencia tan simple se convierte en un triunfo homérico. Hay un afán por huír de los tópicos de este tipo de relatos francamente agradable, y una muela podrida se vuelve una cuestión de vida o muerte. Llegados a este punto, hay una elipsis de nada menos que cuatro años, y cuando volvemos a ver al protagonista, el cambio es espectacular.

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La película se hizo famosa en su día porque el director rodó la primera parte y después paralizó el rodaje durante casi un año para que Tom Hanks tuviera tiempo de adelgazar casi 30 kilos y dejarse crecer la barba que lucirá en el resto del metraje. En estos tiempos en que los efectos digitales se utilizan para cualquier cosa, es de agradecer la opción de Zemeckis a la hora de dotar de verismo a la historia. De este salto temporal emerge un Chuck Hogan más sereno, más sabio y más silencioso. Aquí comienza una película despojada hasta el hueso de lo innecesario. No hay banda sonora. No hay casi diálogos salvo los —monólogos— que mantiene con “Wilson”, un balón de voley humanizado tras haberle pintado una cara. Es el día a día de un ser humano que sufre para mantener la esperanza frente a la espantosa soledad. Su relación con Wilson puede parecer absurda así contada, pero resulta absolutamente conmovedora en la pantalla. Es su excusa para vencer el tabú de hablar solo, de vencer el miedo de caer en la locura, y precisamente, el dialogar con un balón será lo que le mantenga cuerdo. Gracias a esta lunática relación conoceremos hasta los más recónditos sentimientos del protagonista y la terrible soledad que ha tenido que soportar todos estos años.

Al fin decide hacerse a la mar con una barca construída con mimo a lo largo del tiempo y con la sabiduría que le han brindado sus cuatro años en la isla. Con su inseparable Wilson, en una escena inolvidable consigue hacerse a la mar y salvar la barrera de rompientes. La bella música de Alan Silvestri hace su aparición por primera vez y llegamos a la escena más conmovedora del film: Chuck debe decidir entre salvar su vida o la de Wilson, y será una decisión mucho más dura de lo que a priori podría parecer. Nunca imaginé que el destino de un simple balón me pondría el corazón en un puño. Magnífico. El final de la aventura sorprende por lo razonable, aunque puede que le sobre una escena ciertamente lacrimógena bajo la lluvia. Pero Zemeckis ha conseguido una película serena y emocionante y Tom Hanks, un actuación memorable. Spielberg estaría orgulloso.

'Marte necesita madres', tráiler y cartel

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La verdad es que con ese título esperaba algo menos ñoño. Aquí os dejo el tráiler y el cartel de ‘Marte necesita madres’ (Mars Needs Moms’), un nuevo producto juvenil de Disney y el último de la empresa de Robert Zemeckis ImageMovers Digital (‘Polar Express’, ‘Cuento de Navidad’). Como podéis comprobar por el vídeo, se trata de otra historia bobalicona en 3D para los más pequeños, llena de golpes, carreras y situaciones “cómicas” que hemos visto miles de veces. ¡Hey, es que es para niños!

En fin, Simon Wells (‘Balto’, ‘La máquina del tiempo’) se ha encargado de dirigir esta adaptación del libro homónimo de Berkeley Breathed, cuyo guión ha escrito el propio realizador junto a su parienta, Wendy Wells. La nota positiva es que John Powell se encarga de la música. En cuanto al reparto de voces originales, está encabezado por Seth Green, Dan Fogler, Joan Cusack, Elisabeth Harnois, Mindy Sterling y Matthew Wolf, entre otros. El próximo 18 de marzo estará en los cines españoles, en 2D, 3D e IMAX, por si a alguien le interesa.

A continuación os dejo el cartel y la sinopsis oficial de ‘Marte necesita madres’: “Saca la basura”, “Cómete el brócoli”... ¿Quién necesita aguantar a una madre? Pero cuando unos marcianos secuestran a su madre, Milo, un niño de nueve años, se da cuenta de cuánto la necesita. Quieren arrebatarle su ‘maternalidad’, es decir su esencia de madre, para dársela a los cachorros de su especie. Milo se embarcará en una aventura desenfrenada que le llevará a ser polizón en una nave espacial, a viajar a un complejísimo planeta con múltiples niveles, y a enfrentarse a una nación alienígena. Con la ayuda de un experto en tecnología, un terrícola clandestino y una niña marciana rebelde, Milo podrá recuperar a su madre… y en más de un sentido.

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PD: Cuando era niño, mis películas favoritas eran ‘Indiana Jones y el templo maldito’, ‘Alien’, ‘La guerra de las galaxias’, ‘Gremlins’, ‘Mad Max 2’, ‘Bitelchus’ o ‘Terminator’. No me extraña que crean que ‘Avatar’ es la mejor película de la historia.

Robert Zemeckis regresa a los viajes temporales con 'Replay'

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Hace unos días se anunció que Robert Zemeckis podría volver sobre un género en el que ha demostrado con creces ofrecer buenos resultados gracias a las tres entregas de ‘Regreso al futuro’ (‘Back to the Future’).

‘Replay’, el proyecto que ahora considera, es un thriller sobre un hombre que está obligado a revivir su pasado, después de conocer su futuro, basado en la novela de Ken Grimwood, de 1987, que aquí se tradujo como ‘Volver a empezar’.

Un locutor radiofónico de cuarenta y tantos años muere de un ataque al corazón en 1988 y aparece en 1963, con 18 años, pero con los recuerdos y la sabiduría de su vida futura. Según va pasando varias veces por su existencia y tomando distintas decisiones vitales, tanto en su vida profesional como personal, se va dando cuenta de que no está reviviendo esos años para evitar su muerte, sino para salvar a su hija.

La novela contiene un guiño cinematográfico que ahora se convierte en curiosidad: una ficticia película de Steven Spielberg —productor, como ya sabéis, de las tres entregas de ‘Regreso al futuro’— le acerca a su alma gemela, otra viajera en el tiempo que resulta ser la guionista de este film.

El proyecto de ‘Replay’ llevaba años circulando, desde que el autor de la novela —que falleció en 2000— vendió los derechos de su libro a la United Artists al final de los ’80. El guionista de ‘Lucky Number Slevin’, Jason Smilovic, se encargó de la última versión del guion, que estaba previsto que dirigiese Ben Affleck para la productora Disney, antes de que éste se pasase a ‘Argo’. Ellen Goldsmith-Thomas, una productora que había sido agente de Julia Roberts, los adquirió para Warner Bros. y es quien ahora trata de sacar el producto adelante.

Zemeckis necesita un buen proyecto con el que recuperarse, ya que ‘Marte necesita madres’ (‘Mars Needs Moms’) no ha ido muy bien en taquilla. En cuanto a la otra película que se suponía que dirigiría, el drama sobre problemas en un avión, ‘Flight’, ha habido noticias de que la ha abandonado y otras que aseguran que, si no la protagoniza Denzel Washington, será cuando renuncie a dirigirla. En cualquier caso, el director se pondría con ella después de ‘Replay’. Lo que tendría que hacer Washington es unirse a ‘Replay’, ya que él tampoco es ajeno a los viajes en el tiempo y otras paradojas. Sin embargo, no sabemos nada de qué actores podrían encarnar a este viajero del tiempo.

Por una parte, me encanta que Zemeckis vuelva sobre el subgénero de viajes en el tiempo, ya que las dos primeras de ‘Regreso al futuro’ me parecen impecables y divertidísimas y la tercera me causa simpatía. Este tema de ciencia ficción siempre me ha atraído y raro es el acercamiento cinematográfico a la cuestión que no me haya dignado ver. Por otra parte, me parece sospechoso que el proyecto lleve tanto tiempo sin llegar a producirse y que un director otrora exitoso recurra a él tras un batacazo sonoro en la taquilla. Si las mentes creadoras de Hollywood tienen tan poca imaginación que necesitan echar mano de una novela de hace casi 25 años, no puede ser buena señal, especialmente si en todo este tiempo, ese material no se había considerado tan valioso como para que Zemeckis le prestase atención. Quienes hayáis leído la novela me podréis decir más sobre su valía.

Vía | N Y Magazine.

'Flight', Denzel Washington protagoniza lo nuevo de Robert Zemeckis

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Finalmente no será ‘Timeless’ ni ‘Replay’, nada de viajes en el tiempo, al menos por ahora. La próxima película de Robert Zemeckis es un drama titulado ‘Flight’ (‘Vuelo’) que estará protagonizado por Denzel Washington (habrá discutido con Tony Scott). Es decir, veremos al actor, no a un muñeco de mirada muerta con su voz y sus movimientos; Zemeckis volverá a la acción real, once años después de ‘Náufrago’ (‘Cast Away’, 2000). Recordemos que el director de ‘Regreso al futuro’ (‘Back to the Future’, 1984) tenía previsto filmar un remake de ‘Yellow Sumarine’ (1968) para Disney, pero el proyecto fue cancelado tras los decepcionantes resultados en taquilla de ‘Cuento de navidad’ (‘A Christmas Carol’, 2009). La flojísima recaudación de ‘Marte necesita madres’ (‘Mars Needs Moms’, 2011) confirmó el fracaso de la colaboración del cineasta con Disney.

En cuanto a ‘Flight’, escrita por John Gatins (‘Acero puro’ – ‘Real Steel’, producida por Zemeckis), la trama se centra en un piloto alcohólico/adicto a las drogas (no se aclara si es una cosa o las dos) que tras salvar un vuelo condenado al desastre es considerado un héroe nacional. Con la fama llega también una investigación de la Administración Federal de Aviación para descubrir qué fue exactamente lo que puso en peligro las vidas de los pasajeros, mientras el piloto intenta superar sus problemas de adicción para recomponer su vida. Ya se ha anunciado que la intención es comenzar el rodaje este próximo invierno, antes de que Zemeckis vea lo que ha hecho Spielberg con Tintin y se vuelva loco.

PD: Zemeckis ha declarado en varias ocasiones que quiere una secuela de ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ (‘Who Framed Roger Rabbit?’, 1988), pero por el momento sigue parada.

Vía | Collider


Don Cheadle, Bruce Greenwood y Kelly Reilly se incorporan a 'Flight', lo nuevo de Zemeckis

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Se confirma que Robert Zemeckis vuelve al cine de acción real tras el fiasco que supuso su versión de ‘Cuento de navidad’ (‘A Christmas Carol’, 2009). El director de las memorables ‘Regreso al futuro’ (‘Back to the Future’) y ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ (‘Who Framed Roger Rabbit?’) tiene entre manos ‘Flight’, un drama que, como ya os comenté, va a protagonizar Denzel Washington; esta semana se ha sabido que Zemeckis ya cuenta con tres actores más para su nueva película, Don Cheadle, Bruce Greenwood (actor desaprovechado donde los haya, echad un vistazo a su trabajo bajo las órdenes de Atom Egoyan) y Kelly Reilly, a la que veremos pronto en la innecesaria secuela de ‘Sherlock Holmes’.

Escrita por John Gatins (‘Acero puro’), ‘Flight’ gira en torno a un piloto (Washington) que tras lograr aterrizar un vuelo condenado al desastre, y salvar la vida de un centenar de personas, es considerado como un héroe nacional; sin embargo, al abrirse una investigación, pronto se descubrirá que probablemente fue el propio piloto quien puso en peligro a los viajeros a causa de su alcoholismo. Se ha informado que Reilly dará vida a una drogadicta que entabla amistad con el protagonista al compartir una debilidad similar, pero no se sabe nada sobre los papeles que interpretarán Cheadle y Greenwood, quizá ni ellos mismos lo sepan todavía (¿reportero y jefe del protagonista?, ¿hermano y compañero de trabajo?, ¿amigo y amante?). El rodaje comenzará el mes que viene en Atlanta y el estreno debería producirse en 2012.

PD: Según IMDb, Zemeckis tiene otra película en pre-producción, ‘Here There Be Monsters’, sobre una gigantesca serpiente marina que come personas, básicamente. Qué pena que no haya hecho esto antes…

Vía | DarkHorizons

'Flight' de Robert Zemeckis, cartel y tráiler

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Imagen con el cartel de 'Flight'

Ya casi ni recordaba cuándo fue la última vez que Robert Zemeckis estrenó una película de acción real, y es que, de repente, pareció estar más interesado en la animación y el 3D con cintas como ‘Cuento de Navidad’, ‘Beowulf’ o ‘Polar Express’ en lugar de ofrecer trabajos más convencionales como ‘Naúfrago’ o ‘Forrest Gump’. Sin embargo, esa época más experimental parece haber llegado a su fin con ‘Flight’, su último trabajo del que ahora podemos ver un cartel inicial (bastante meh, la verdad) y su primer tráiler.

‘Flight’ nos cuenta la historia de Whip Whitaker (Denzel Washington), un piloto que consigue evitar que un avión seriamente averiado se estrelle, salvando en el proceso la vida de la mayoría de los pasajeros. Obviamente, es elevado a la categoría de héroe, pero, según avanzan las investigaciones sobre lo sucedido, pronto surgen las dudas sobre quién fue realmente el culpable de que el avión se estropeara, algo que podría salpicar al propio Whitaker. Tampoco es que sea una trama espectacular, pero el tráiler cumple bien su trabajo a la hora de presentarla y habrá que ver la capacidad de John Gatins
(‘Acero puro’) a la hora de desarrollarla.

En el reparto, además de a Denzel Washington, podremos ver, entre otros, a John Goodman, Don Cheadle, James Badge Dale, Melissa Leo y Bruce Greenwood, así que ‘Flight’ no da pie a demasiadas dudas en este apartado. El estreno de la película en USA está previsto para el próximo día 2 de noviembre (el mismo día en el que llegará ‘¡Rompe Ralph!’, de la que también apareció su tráiler hace poco), pero aún se desconoce la fecha para su llegada a los cines españoles.

Vía | Collider

'Flight' de Robert Zemeckis, tráiler definitivo y últimos carteles

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Aprovechando que se presentó ayer en el festival de Nueva York, como gran acto de clausura, os dejo aquí el tráiler final y los últimos carteles de ‘Flight’ (2012), un interesante drama dirigido por Robert Zemeckis y protagonizado por Denzel Washington.

Supongo que no soy el único que siente especial curiosidad por este título, tratándose del regreso de Zemeckis al cine de acción real doce años después de ‘Náufrago’ (‘Cast Away’, 2000). Como sabéis, en los últimos años el director estuvo ocupado trabajando en películas animadas que experimentaban con la captura del movimiento (o de la interpretación, que suena mejor), hasta que los flojos resultados de taquilla de su último film, ‘Cuento de navidad’ (‘A Christmas Carol’, 2009), y una de sus producciones, ‘Marte necesita madres’ (‘Mars Needs Moms’, 2011), provocó que Disney le cerrara el grifo. ¿Ha vuelto a la imagen real porque no tenía más remedio o realmente le apasionaba contar esta historia? Pronto saldremos de dudas.

Os recuerdo que ya habíamos visto un primer avance de ‘Flight’, donde quedaba expuesta la premisa e incluso los giros argumentales de la película (el nuevo vídeo me parece mejor montado, más sencillo y efectivo). Washington encarna a un piloto que logra aterrizar un vuelo imposible, salvando la vida de un centenar de personas y siendo considerado un héroe nacional; sin embargo, al abrirse una investigación se descubre que el piloto es alcohólico y fue probablemente su adicción la que estuvo a punto de causar el desastre. John Goodman, Don Cheadle, Bruce Greenwood, Kelly Reilly, Melissa Leo y James Badge Dale completan el reparto del film, que se estrena el próximo 2 de noviembre en EE.UU.; de momento no hay fecha para España.

Galería de fotos

(Haz click en una imagen para ampliarla)

PD: En Metacritic hay de momento tres críticas de ‘Flight’, publicadas en Variety (por Peter Debruge), The Hollywood Reporter (por Todd McCarthy) y The IndieWire (por Eric Kohn). La valoración media es de 8,7/10.

Robert Zemeckis volverá a dirigir a Tom Hanks en una aventura espacial

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Robert Zemeckis y Tom Hanks en el rodaje de Náufrago

Como sabéis, Robert Zemeckis ha regresado al cine de imagen real con el drama ‘Flight’ (2012) tras dedicarse a la animación y la captura del movimiento (o de la interpretación) durante casi diez años. A la espera de que su último trabajo llegue a nuestras carteleras, ya podemos hablar sobre su nuevo proyecto, de nuevo con actores de carne y hueso; concretamente, uno de ellos será su amigo Tom Hanks.

Será una colaboración especial ya que el director y el actor trabajaron juntos en tres largometrajes, ‘Forrest Gump’ (1994), ‘Náufrago’ (‘Cast Away’, 2000) y ‘Polar Express’ (2004). El proyecto que tienen entre manos suena mal en un principio, pero tiene su miga, no dejéis de leer después de lo que voy a decir en la siguiente frase. Se trata de una película basada en un popular juguete de Mattel, el astronauta Major Matt Mason.

¿Seguís ahí? Bien. Lo que van a hacer básicamente es aprovechar la marca y a partir de ahí montar una aventura de supervivencia espacial. Sin alienígenas ni bichos raros ni típicos villanos. Un grupo de exploradores atrapados en una estación en la Luna. Puede salir algo entretenido, ¿no os parece? Graham Yost y Hanks firman el guion de la película, que contará con el apoyo de Universal Pictures, se filmará en 3D y debería rodarse el año que viene. Espero que así sea.

PD: Han vuelto a preguntar a Zemeckis por la anunciada secuela de ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ (‘Who Framed Roger Rabbit’, 1988); dice que todo está listo para arrancar y que está esperando luz verde por parte de Disney.

Vía | Collider y Theplaylist

Taquilla USA: Disney y Robert Zemeckis vuelan alto

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Disney —que poco a poco se está haciendo con el control de todo, recapitulemos, compró Pixar, luego Marvel y hace nada Lucasfilm— demuestra con ‘¡Rompe Ralph!’ (‘Wreck-It Ralph’, Rich Moore, 2012) que no necesita de Pixar para conseguir un hit taquillero. La historia de un villano de videojuego de los años 80 que se sale del mismo para convertirse en héroe, ha encandilado al público votante en la IMDb, mientras que la crítica habla muy bien de ella. En nuestro país se estrena el mismo día que se celebra el nacimiento de un tal Jesucristo, imbatible número uno en el hit parade de las fantasías.

Curiosamente el puesto número dos de la taquilla es el nuevo trabajo de Robert Zemeckis, quien hasta hace poco parecía obsesionado con el cine de animación. ‘Flight’ (id, 2012) significa su vuelta al trabajo de imagen real —al menos una gran parte— y versa sobre un piloto de aviones que realiza un aterrizaje de emergencia salvando a la mayoría de las personas que estaban a bordo, pero que ha de someterse a una dura investigación que revela algunos fallos. Críticas buenas, y una gran aceptación por parte del público votante. En España la veremos el 18 de enero del 2013.

‘El hombre de los puños de hierro’ (‘The Man with the Iron Fists’, RZA, 2012) es cuanto menos un título curioso, pues representa el debut en la dirección de un rapero, que además cuenta con el apadrinamiento de Quentin Tarantino —lo que a priori no tiene porqué ser bueno— y con un llamativo reparto encabezado por Russell Crowe. Peleas, acción y tiros a mansalva que han obtenido un aprobado por parte de la crítica, mientras que el público votante está bastante más satisfecho. La película, con guión de Eli Roth, se estrena entre nosotros el próximo 23 de noviembre.

Vía | IMDb

'El vuelo', Denzel Washington por todo lo alto

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‘El vuelo’ (‘Flight’, Robert Zemeckis, 2012) supone la vuelta de su director al cine de imagen real, tras estar toda una década obsesionado con la animación —y yo diría con resultados estimables—, cogiendo para ello un libreto escrito por John Gattins, quien se inspiró muy levemente en un suceso real acaecido en California hace más de una década, en la que un accidente aéreo acabó con toda la tripulación y los pasajeros. También puede venir a la mente el famoso caso del piloto que aterrizó su avión en el río Hudson sin haber una sola víctima. Pero aunque el punto de partida pueda ser ese, la historia que Zemeckis pone en imágenes se aparta totalmente de las producciones centradas en catástrofes de esta índole, al contrario se opta por centrarse en las consecuencias personales del piloto tras el incidente. Un drama intimista vestido de superproducción.

Y al respecto decir que el mismo director ha confesado que esta ha sido su película más barata desde hace muchos años, un drama que en cierto modo enlaza con la última película en imagen real, ‘Náufrago’ (‘Cast Away’, 2000).Si en aquella un hombre se sentía solo en una pequeña isla desértica, experiencia que le hacía renacer de nuevo, en esta nos encontramos ante un hombre que se encuentra solo tras una enorme catástrofe que logra evitar en gran medida, debido a problemas personales. Un viaje hacia su propio infierno que le hará revivir de nuevo. El resultado es otro ejemplo del buen narrar de Zemeckis, aunque esta vez hay quedado lastrado por no haber tenido el valor suficiente de llegar hasta las últimas consecuencias.

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(From here to the end, Spoilers) Whip Whitaker (Denzel Washington) es un piloto de avión que es puesto en tela de juicio por sus adiciones al alcohol y las drogas. A pesar de ser visto por media nación como el héroe que salvó la vida a casi un centenar de personas, el hecho de que podría haber estado borracho o drogado antes y durante el accidente abrirá una investigación que amenaza con meter a Whip en la cárcel de por vida. A priori parece el típico melodrama sobre un hombre que puede perderlo todo por ser un alcohólico, pero la fina dirección de Zemeckis marca la diferencia, visualizando como nadie los puntos más interesantes del guión, algo maniqueo, de Gattins. Tras dos tercios casi sublimes, en los que parecemos asistir a un descenso a los infiernos de alguien que lo tenía todo, nos cuelan un final moralizante que si bien no logra estropear por completo la calidad del producto, sí desentona con el resto.

Por lo que acabo de decir parece que ‘El vuelo’ me ha parecido un film faliido o algo parecido. No. me ha parecido una buena película que podría haber sido muy grande. La nominación al Oscar para Denzel Wasinghton es sin duda muy merecida —realmente este año, en esa categoría, y en otras muchas, la calidad es altísima—, prácticamente él lleva todo el peso del film, y aunque se trata uno de esos personajes que al actor le van de maravilla, lo cierto es que el intérprete logra despojarse de algunos tics adquieridos con los años y consigue una interpretación alejada de todo lucimiento. Baste mirar los instantes en los que el personaje consume cocaína, de un control absoluto, o la inquietante secuencia de la visita a su ex-mujer e hijo. Todo un derroche de buen hacer de un actor que va camino de situarse entre los más grandes —de la historia, me refiero—.

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También está el excelente ritmo que le imprime Zemeckis a la historia con momentos cumbre como el del accidente, filmado con todo luejo de detalles. Un momento lleno de tensión que supone todo un punto de inflexión en la vida de Whip. Con una investigación sobre su cabeza deberá encauzar su vida por el buen camino, algo que le será muy difícil de realizar, a pesar de contar con el apoyo de su abogado, que hará cosas ilegales por protegerle, o Nicole (Kelly Reilly), una mujer ex adicta que conoció en el hospital —fascinante su primer encuentro en las escaleras de servicio del hospital, junto con otro personaje al que da vida el televisivo James Bagde Dale—, y cuya presencia sirve para subrayar el carácter solitario de Whip, incapaz de conectar emocionalmente con alguien. En ningún momento juzga Zemeckis las acciones de su a ratos mezquino personaje central, y tampoco le viste de gloria. Pero le redime en lo que parece un acto de cobardía final.

Me refiero al momento en el que Whip debe recurrir a su compañero de juergas, y suministrados de sustacias por doquier, Harling Mays, a cargo de una sensacional John Goodman. En dicho instante y en el que le sigue inmediatamente se ponen todas las cartas sobre la mesa, la más sangrante ironía se apodera del relato, llamando a cada cosa lo que es, y en lugar de aprovecharlo, en lugar de terminal el film por todo lo alto, este se vuelve peligrosamente moralizante en el que no faltan sospechosas menciones a Dios. Una final demasiado blando y aleccionador que estropea las posibilidades más oscuras de un relato en el que cualquiera puede verse identificado.

Con todo, se celebra el regreso de Zemeckis a la imagen real, en la que sigue siendo un perfeccionista. Con un poco más de arrojo el drama podría ser su género.

Cine en el salón. 'Beowulf', Zemeckis tropieza con la misma piedra

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Si tomamos cualquier cinta en la filmografía de Robert Zemeckis, a partir de 1985, podremos observar la pasión que la tecnología al servicio de los efectos especiales levantó en el realizador desde que hiciera uso de ella en ‘Regreso al futuro‘ (‘Back to the future’, 1985). Desde entonces, cada cinta de Zemeckis ha sido un paso adelante en el deseo de llegar a lo que ‘Beowulf’ (id, 2007) nos ofrece: un espectáculo visual fastuoso completamente generado por ordenador.

Por el camino han sido piezas fundamentales la trilogía protagonizada por Michael J.Fox; la genial ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?‘ (‘Who framed Roger Rabbit?’, 1988) que mezclaba animación e imagen real como nunca se había visto; la irregular ‘La Muerte os sienta tan bien‘ (‘Death becomes her’, 1992) que avanzó pasos de gigante en cuanto a las posibilidades de uso de los efectos digitales; la excelente ‘Forrest Gump‘ (id, 1994), en la que los efectos digitales se usaron para borrar las piernas del “Teniente Daaan” o para integrar a Tom Hanks en ciertos momentos históricos de relevancia; ‘Contact‘ (id, 1997), otro paso de gigante en la integración de efectos e imagen real; y, pasando de puntillas por ‘Lo que la verdad esconde‘ (‘What lies beneath’, 2000) y ‘Náufrago‘ (‘Cast away’, 2000), con gran cantidad de efectos tan integrados en la historia que pasaban desapercibidos, llegamos a la piedra de toque, ‘Polar Express‘ (id, 2004).

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Con un coste de 160 millones de dólares, la cinta era un claro experimento de Zemeckis para explorar las fronteras de la animación mediante captura de movimiento, la misma técnica utilizada para insuflar vida a Gollum en la trilogía de ‘El señor de los anillos’. En este sentido ‘Polar Express’ servía como vehículo de lucimiento para unas secuencias que quitaban el hipo, aunque acusaba serios problemas a la hora de aportar el suficiente grado de realismo al movimiento de los personajes y, sobre todo, a sus expresiones faciales. Ampliamente criticada por su plano guión, Zemeckis se propuso superarse en el uso de tan impresionante tecnología utilizando, ahora sí, un libreto “serio”. El elegido fue el poema inglés del siglo VI, ‘Beowulf’.

Lamentablemente, la intención de Zemeckis de enaltecer las obvias virtudes y posibilidades de la tecnología de captura de movimiento con un guión sólido respaldándolas, se quedaban en eso, en intención. Algo sorprendente si se tienen en cuenta los dos nombres que firman el libreto: Neil Gaiman y Roger Avary. Del primero ya hablamos largo y tendido en nuestro repaso a ‘Stardust‘ (id, Matthew Vaughn, 2007); el segundo, irreverente escritor, es el responsable de las historias de ‘Pulp fiction‘ (id, Quentin Tarantino, 1994) o el guión de ‘Silent Hill‘ (id, Christophe Gans, 2006). Resulta pues llamativo que con la presencia de ambos el libreto de ‘Beowulf’ devenga en una experiencia tan plana e insustancial, aunque desde aquí vamos a intentar arrojar una posible explicación.

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A la hora de adaptar el poema original, del que se perdió gran parte en el s.XVIII, los guionistas se encuentran con dos opciones; la traslación literal, llenando los huecos de los fragmentos desaparecidos, o la modernización del mismo, intentando acercar a los personajes a una mentalidad más contemporánea y, de esta forma, haciéndolos más accesibles al público actual. Si bien la segunda hubiera sido la opción deseable, Gaiman y Avary optan por la primera, evidenciando en su labor un fervoroso deseo por conseguir con la cinta una suerte de versión definitiva de la historia de Beowulf. Lo que obtienen sin embargo es un relato deslavazado en el que las motivaciones de los personajes son tan poco inteligibles como las acciones que llevan a cabo, y en el que, para colmo de males, la historia avanza a pasos irregulares, ora con una proverbial lentitud, ora saltándose cincuenta años de la vida del personaje. A ello hay que añadir que, en lo irregular del relato, la epicidad queda relegada a tres momentos, las dos luchas con Grendel y la del dragón, mientras que el resto no consigue levantar el soterrado interés del espectador.

Impecable es, sin embargo, la labor de Zemeckis como realizador. Explotando al máximo las posibilidades que le ofrece el juguete que tiene entre las manos, Zemeckis compone cada plano de ‘Beowulf’ de forma preciosista, y trata cada secuencia para que nuestra retina quede impresa con toda clase de giros, encuadres y movimientos imposibles. En este sentido resultan especialmente brillantes las tres citadas secuencias de acción (cuatro si contamos con el recuerdo de Bewoulf de su combate marino), destacando por méritos propios entre ellas la que pone fin a la cinta: la lucha con el dragón. Sabedor de que en ella Zemeckis se juega mucho, el director tira de experiencia y concreta una secuencia a la que vibrante es el epíteto que mejor se le ajusta. Durante los casi diez minutos que dura, la mirada del espectador no tiene lugar al descanso, tal es la abrumadora calidad de lo que en pantalla podemos observar.

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Desearía en este punto poder seguir desgranando más virtudes de la cinta, pero lo cierto es que estas se limitan a la dirección y a la música de Alan Silvestri, de una potencia soberbia y un material temático magnífico; quedándose por el camino de la genialidad una animación que vuelve por los derroteros que fallaran en ‘Polar Express’ y ensombrecida por ella la imponderable labor de Ray Winstone, Angelina Jolie, Anthony Hopkins o Robin Wright, los actores debajo de Beowulf, la madre de Grendel, el rey Hrothgar y la reina Wealthow. No en vano, en 2007 a la tecnología de captura de movimiento aún le quedaba cierto camino por recorrer —no mucho si atendemos a lo que dos años más tarde veríamos en ‘Avatar‘ (id, James Cameron, 2009)— sobre todo si tenemos en cuenta las pretensiones de Zemeckis de que terminara sirviendo de sustituto a los actores de carne y hueso.

Como han demostrado los seis años transcurridos desde entonces, ni la insistencia del propio director en ‘Cuento de Navidad‘ (‘A Christmas carol’, 2009) ni la citada ‘Avatar’ han supuesto el cambio radical que ambos realizadores postulaban con vehemencia, algo que en ‘Beowulf’ quedaba bien patente en los burdos movimientos que muchas veces durante la proyección hacen mella en el realismo de los personajes, aunque en ello se haya mejorado mucho desde los por momentos mecánicos andares de los personajes de ‘Polar Express’. En lo que dichas mejoras no son tan evidente de cara a este filme es en los ojos.

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Por más que pueda parecer una memez, hemos de tener en cuenta que un alto porcentaje de la expresividad humana se encuentra en nuestra mirada, y en demasiados momentos de la proyección este rasgo facial carece de vida, restándole muchos enteros a la, por otra parte, brutal definición de otras características físicas (como el pelo, por ejemplo). La concreción del resto del entorno de la acción se mueve entre dos mundos, perteneciendo al de la brillantez todos los decorados virtuales y el diseño del dragón; al de lo olvidable unos caballos cuyos movimientos son tan limitados como los de un tiovivo.

Tan entretenida como olvidable, sobre todo en cuanto a su irregular historia se refiere, la cinta de Zemeckis no superaba en su momento las expectativas en ella puestas tras unos trailers que preparaban el cuerpo para una experiencia cinematográfica novedosa y singular, no llegando a cubrir ni uno ni otro epíteto. Acomodada en tierra de nadie, ‘Beowulf’ no ha ganado con los años, y el lustro y poco que ha transcurrido desde su estreno le ha hecho aún más flaco favor a una cinta que funciona, cuando lo hace, a bruscos trompicones.

En Blog de Cine

‘Beowulf’, en busca de la perfección visual


Robert Zemeckis: '¿Quién engañó a Roger Rabbit?, de humanos y dibus

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Quien engaño a Roger Rabbit cartel

Con ejemplos tan tempranos como aquél corto animado por el gran Winsor McCay —el creador de ‘Little Nemo‘— en el que su dinosaurio Gertie interactuaba con uno de los actores reales del mismo, y momentos tan recordados como el del ratón Jerry cruzando pasos de baile con Gene Kelly en ‘Levando anclas’ (‘Anchors Awaigh’, George Sidney, 1945), queda muy claro que los cruces entre la animación y la imagen real llevan siendo constante intermitente en el séptimo arte desde que el cine es cine.

Pero quizás más recordados que los dos ejemplos que he citado en el párrafo anterior son las producciones que la Disney puso en pie a lo largo de los treinta años que separan a su alocada ‘Los tres caballeros’ (‘The Three Caballeros’, Norman Ferguson, 1945) de ‘Pedro y el dragón Elliot’ (‘Pete’s Dragon’, Don Chaffey y Don Bluth, 1977), y que incluyen títulos míticos de la compañía como ‘Canción del sur’ (‘Song of the South’, Harve Foster y Wilfred Jackson, 1946), ‘Mary Poppins’ (id, Robert Stevenson, 1964) y, cómo no, la alocada ‘La bruja novata’ (‘Bedknobs and Broomsticks’, Robert Stevenson, 1971).

Un nuevo reto para Disney

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No debería extrañarnos pues que fuera la compañía del ratón Mickey la que, en 1980, se hiciera por 250.000 dólares con los derechos de ‘Who censored Roger Rabbit?’, una novela sobre la que se llegarían a escribir casi una docena diferente de tratamientos pero que, dada la convulsa situación de la compañía en esta década —una situación de la que ya he hablado en múltiples ocasiones—, terminó durmiendo el sueño de los justos mientras esperaba, sin saberlo, al reflote de la productora que Eisner, Katzenberg y Wells llevarían a cabo durante tan “moviditos” diez años.

Teniendo claro que el futuro de la compañía pasaba por potenciar los parques de atracciones y al mismo tiempo volver a dar la relevancia que habían perdido a las producciones para la gran pantalla, Eisner y Katzenberg comenzaron un proceso de rescate de ideas ya desarrolladas que pudieran ponerse en marcha para trasladarlas cuanto antes mejor a celuloide, y una de las que surgió fue, obviamente, ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ (‘Who Framed Roger Rabbit’, Robert Zemeckis, 1988), una cinta cuya producción —en un movimiento empresarial brillante— ofrecería Eisner a Steven Spielberg, vertiendo el cineasta la responsabilidad de toda la animación en Richard Williams, uno de los animadores independientes más importantes del mundo, y la de dirigir en su amigo Robert Zemeckis. En palabras de éste último:

Lo primero que me gustó de ‘Roger Rabbit’ fue la escena inicial del primer guión. Después de haber leído las cinco primeras páginas —las dos primeras describían la secuencia de dibujos animados—, cuando el personaje de Roger aparece en escena, pensé que era una idea fantástica, porque se creaba un mundo donde se podía mezclar la animación y la acción en directo.

Mickey y Donald se dan la mano con Bugs y Lucas

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Considerando que la cinta iba a intentar llevar hasta sus últimas consecuencias las interacciones entre personajes animados y reales, el peso que recaía sobre Richard Williams era, no obstante, de tan similar calibre al que el animador iba a ser capaz de manejar, que a éste le bastó con tan sólo un pequeño corto de prueba para lograr convencer a Katzenberg, Spielberg y Zemeckis de que era el artista adecuado para las necesidades que iba a demandar la producción.

Diseñando él mismo a los tres protagonistas principales del relato —a saber, Roger, Jessica y Baby Herman— Williams tuvo muy claro cuál era el modelo a seguir para la animación que iba a exigir Zemeckis ya que, como el mismo afirma: “a Bob Zemeckis le gustaban Tex Avery y Bob Clampett. Me dijo que quería tres cosas: la articulación Disney, los personajes de Warner Bros, porque son más excéntricos (…) y el humor de Avery pero no tan brutal”.

Con este esquema en mente, si hay algo que queda claro cuando uno ve ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ es que el espíritu de Avery se encuentra bien presente a lo largo de todo el metraje, plagado como está éste de las extremas deformaciones y el brutal humor físico al que siempre sometía el artista a sus creaciones, jugando con la máxima de que para un dibujo animado, no hay límites. Como tampoco pareció haberlos para la ingente cantidad de personajes tanto de Warner como de Disney que aparecen juntos por primera vez en este filme, encargándose Spielberg personalmente de negociar los derechos de todos y cada uno de ellos.

Intérpretes de carne y hueso, actores de tinta y acuarela

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Con una producción que arrancaba en 1985 y se prolongaría durante dos años y medio —ahí es nada—, ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ forma junto a la trilogía de ‘Regreso al futuro’ (‘Back to the Future’, 1985) y ‘Forrest Gump’ (id, 1994)la “terna” de títulos por las que más se reconoce a Robert Zemeckis —aunque personalmente me iría a un cuarteto en el que también estaría ‘Contact’ (id, 1997)—. Y ello es debido a la inmensa cantidad de factores que hacen que esta brillante mezcla entre dos mundos tan opuestos como el de la acción real y la animada siga manteniendo intactos hoy en día todo aquello que nos sorprendió a los espectadores que fuimos a verla al cine por primera vez hace ya veinticinco largos años.

Cambiando la ambientación original de la novela de los años ochenta a finales de la década de los cuarenta, y haciendo que Roger fuera un personaje de dibujos y no el protagonista de una tira cómica, uno de los principales aciertos de la cinta es tanto el certero cásting que se hace de los tres actores de carne y hueso de la misma, como aquellos que ponen su voz para —en la versión original, claro está— dar vida a Roger, Jessica, Herman y a todos los innumerables cameos de personajes de animación que trufan la trama.

Inicialmente pensado para nombres como Harrison Ford o Ed Harris, el hecho de que el personaje de Jack Valiant fuera a parar a alguien tan diferente como Bob Hoskins respondió a las exigencias de la Disney —o más bien habría que decir la Touchstone ya que, tras muchas cavilaciones al respecto, se decidió que fuera la filial adulta de la compañía la que figurara como productora dado el cariz de algunas escenas y personajes— de que Roger fuera el protagonista absoluto del filme, dadas las urgentes necesidades que tenía el estudio de contar con un personaje de peso que poder explotar con la típica mercadotecnia de la que siempre ha hecho gala.

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Así las cosas Hoskins, que había impresionado a Zemeckis con su papel en ‘Mona Lisa’ (id, Neil Jordan, 1986), terminó calzándose como un guante la piel de un detective amargado que odia a los dibujos animados desde que uno de ellos asesino a su hermano tirándole un piano a la cabeza y al que le encargan un caso aparentemente sencillo, demostrar cuál es la relación que mantiene Marvin Acme —exacto, el mismo ACME que fabrica los cohetes y cachivaches que el Coyote utiliza en sus frustrados intentos de cazar al Correcaminos— con la explosiva Jessica Rabbit, una voluptuosa pelirroja modelada a partir de Rita Hayworth que vuelve locos a los hombres y que está casada con un conejo porque “me hace reir”.

Junto a Hoskins, y completando la parte “real” del reparto, una irreconocible Joanna Cassidy espléndida en su papel de Dolores y un Christopher Lloyd que borda al juez Doom, otro personaje antológico completamente opuesto al Doc de ‘Regreso al futuro’ y que permite al actor lucirse con un psicópata con ansias de sangre de dibujo animado que nunca parpadea a cámara y que esconde más de un terrible secreto.

En lo que a las voces respecta, resulta sobresaliente el trabajo que hacen tanto Charles Fleischer poniendo esa nerviosa y tartamudeante voz a Roger, como el ronco y desagradable tono que Lou Hirsch añade a ese adulto fumador y mujeriego con cuerpo de bebé que es Herman. Ahora bien, la que se lleva la palma en este terreno es, sin lugar a dudas, Kathleen Turner cuya sensualísima voz se ajusta como un guante a las sinuosas y espectaculares curvas de Jessica Rabbit —como curiosidad, cabe destacar que Mel Blanc, la eterna voz de Bugs Bunny o el Pato Lucas, volvería aquí a prestar su incomparable labor para los dos personajes de la Warner—.

‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’, el genio de Zemeckis

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Perfecta en su ambientación —atención al magnífico maridaje que hace Alan Silvestri entre las sonoridades del cine negro clásico y el Mickey Mousing— y en el superlativo nivel técnico que se llegó a alcanzar con los mil y un trucajes que permiten crear la ilusión de que son los dibujos animados los que mueven los objetos e interactúan en realidad con los actores de carne y hueso, donde ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ vuelve a dar la campanada es en la asombrosa dirección de Robert Zemeckis, un cineasta que hasta entonces había dado sobradas muestras de su cristalina narrativa y de su capacidad para imprimir un ritmo endiablado a la acción y que aquí rubrica con autoridad su posición como uno de los cineastas más relevantes paridos por la década de los ochenta.

Sustentando toda la cinta en una suspensión de credulidad asombrosa, que hace que uno nunca llegue a plantearse que lo que está viendo no es real Zemeckis, que fue el encargado de elaborar el complejo storyboard bajo el que se rigió la filmación, no se deja nunca llevar por lo alocado de la trama, logrando imprimirle una coherencia ejemplar —pocas fisuras hay en el transcurso del filme, y menos aún achacables a la dirección— que es la responsable última de provocar la inmediata atracción del espectador por las imágenes que se pasean ante nuestra mirada.

Plagada de incontables guiños hacia el cine de la época dorada de Hollywood —y no sólo el de animación— ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ es una de esas producciones que, incuestionablemente, gana con los años: no sólo por el hecho de que en esta era digital en la que vivimos siga resultando sorprendente lo que se consiguió hace cinco lustros con los limitados medios informáticos de aquél entonces, sino porque, conforme uno se va haciendo adulto y la revisiona, va encontrando diseminadas en ella las muchas semillas de mala baba y humor cáustico que los guionistas y el realizador lograron introducir aquí y allá, convirtiendo a la cinta en la mejor de su género —¿alguien se acuerda, por ejemplo, de ‘Una rubia entre dos mundos’ (‘Cool World’, 1992) firmada por Bakshi cuatro años después?— y en una pieza clave tanto del séptimo arte como de la evolución del cine de Robert Zemeckis.

Robert Zemeckis: 'Regreso al futuro II', del futuro al pasado

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Nunca concebimos la primera parte de ‘Regreso al futuro’ para que tuviera una continuación. El coche volador del final era un gag. Funcionó como un gran gag y como broche de oro. Sin embargo, todo el mundo asumió que teníamos una idea global desde el principio, como George Lucas con ‘La guerra de las galaxias’. Pero no fue así. Mi única esperanza con ‘Regreso al futuro’ era recuperar el dinero invertido.

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Y digo si lo recuperaron.

Tanto fue así que, adscribiéndose a la mentalidad mercantil de la industria del cine, el hecho de que ‘Regreso al futuro’ (‘Back to the future’, Robert Zemeckis, 1985) terminara convirtiéndose en la cinta más taquillera de su año, con sus 210 millones de dólares de recaudación en Estados Unidos, fue inequívoco indicativo para los ejecutivos de la Universal del potencial filón que tenían por delante de cara a una franquicia que fuera capaz de reproducir en cierta medida tanto el éxito de la saga galáctica de Lucas como el de las aventuras de cierto arqueólogo.

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Ofreciéndoles plena libertad a Zemeckis y a Bob Gale para que el regreso al universo de Marty y Doc fuera en la forma que ellos desearan y contando para su elaboración con un presupuesto mucho más holgado que el de la primera parte, los creadores de la saga de viajes en el tiempo tenían delante de sí la complicada decisión de dilucidar a qué época viajarían en una segunda parte que, eso sí, estaba claro que debía arrancar allí donde había terminado la primera, esto es, con Marty, Jennifer y Doc alejándose en el DeLorean volador hacia un futuro en el que algo pasaba con los hijos de la pareja de novios.

Manos a la obra, y tras desechar una idea inicial en la que Marty y Doc viajarían a unos años sesenta en los que hubiéramos visto a George convertido en banquero y a Lorraine muy metida en el movimiento hippie, “los Bob” dieron con la premisa argumental que les llevaría a levantar todo el argumento, no sólo de la segunda parte, sino de una tercera que, contando con casi todo el mismo equipo creativo que la primera entrega, se rodaría codo con codo —sólo tres semanas de descanso separaron la filmación de una y otra— con aquella, apostando fuerte los responsables por una suerte de filme de casi cuatro horas de metraje dividido en dos segmentos.

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Con ausencias en el equipo como las de Crispin Glover —que al parecer comenzó a exigir ciertas ventajas completamente desproporcionadas para el carácter secundario de su papel—, Claudia Wells, la actriz que interpretaba a Jennifer en el primer filme y que sería sustituida por Elizabeth Shue o el diseñador Lawrence Pull, sustituido por Rick Carter, colaborador habitual de Spielberg y responsable del aspecto de cinco filmes más de Zemeckis, ‘Regreso al futuro II’ (‘Back to the future part II’, Robert Zemeckis, 1989) propone al espectador un viaje temporal a través de tres estaciones bien diferentes: el futuro, un “presente” bien diferente al que habíamos visto en la primera parte, y el pasado que ya habíamos visitado en ésta.

Y si la llegada al futuro guarda no pocos guiños tanto para el cine en general —esa ‘Tiburon 19’ dirigida por Max Spielberg— como para la primera parte en particular; y el viaje al pasado sirve para reencontrarnos con similares situaciones a las que habíamos vivido cuatro años antes en el cine, observadas en esta ocasión desde puntos de vista bien diferentes, donde reside el mayor interés de ‘Regreso al futuro II’ y donde, al tiempo, encontramos su mayor incongruencia argumental, es en esa realidad alternativa a la que viajan Marty y Doc cuando regresan a 1985 desde 2015.

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(A partir de aquí, spoilers) De mano de ese McGuffin que es el almanque deportivo que Marty adquiere en su visita al tiempo futuro, y que un anciano Biff roba para entregárselo a su yo más joven de 1955, Zemeckis y Gale se sacan de la manga un oscuro 1985 en el que el antagonista por excelencia de la trilogía es un multimillonario que controla Hill Valley, que ha convertido el edificio del reloj de la torre en un gigantesco rascacielos-casino y que, para colmo de males, consiguió casarse con Lorraine, convirtiéndose así en padrastro de Marty.

Como decía, si en los minutos en los que la acción transcurre en esta oscura línea temporal alternativa los guionistas e intérpretes —espléndidos de nuevo todos ellos— se lo pasan bomba con las posibilidades que le ofrece un mundo completamente ajeno al que ya conocíamos —atención a la aparición de Strickland— también es aquí donde se plantea el mayor problema que presenta la trama de la cinta ya que, si el Biff de 2015 viaja al pasado para entregarse a sí mismo el almanaque, y cambia el futuro, no podría regresar al mismo tiempo al que le vemos llegar en el DeLorean, sino a uno que hubiera derivado de la versión oscura.

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Las ramificaciones que se derivan de este hecho y de una escena eliminada en la que el Biff anciano desaparece tras su vuelta a 2015 son tan intrincadas que no creemos oportuno perder más tiempo con ellas, dado que, a fin de cuentas, la saga de ‘Regreso al futuro’ es cine de entretenimiento cien por cien no pensado para que se planteen sesudos y complejos debates, sino para pasar un rato divertidísimo con momentos de esos que quedan siempre en la memoria del espectador.

Y aunque esta segunda entrega carezca de mucho del encanto que hacía a la primera parte un filme irrepetible —algo que la tercera aquejará aún más—, todavía podemos encontrar aquí secuencias y lugares en los que deleitarnos, ya en la reproducción casi exacta de la persecución en monopatín que veíamos en ‘Regreso al futuro’ esta vez con cachivaches voladores, ya en la citada secuencia en el 1985 alternativo, ya en la oportunidad que permite al espectador reencontrarse en 1955 con situaciones que le son muy familiares ya en el fabuloso e imaginativo uso de los efectos visuales que se hace, por ejemplo, en la escena en la que aparece la familia McFly del futuro al completo —con Michael J.Fox interpretando tres papeles de forma “simultánea“—.

Con todo, la falta de encanto a la que hacía referencia en el párrafo anterior fue determinante en taquilla, no consiguiendo la cinta ni de lejos repetir el éxito de la primera, teniendo que conformarse con 118 millones de recaudación que quedaban a mucha distancia de los más de 200 que había obtenido su antecesora, algo que habla de forma bastante clara de que las maniobras comerciales hollywoodienses casi nunca sientan bien a productos originales que lo son, sobre todo, por su cualidad de únicos.

Robert Zemeckis: 'Regreso al futuro III', un final algo desangelado

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Rodadas como comenté el otro día de forma continuada a lo largo de un año —interrumpido por tres semanas de descanso entre el final del de la segunda y el comienzo de esta tercera, y por las dos semanas que siguieron al fallecimiento del padre de Michael J. Fox—, y contando con un presupuesto entre ambas de unos cuarenta millones de dólares, la segunda y tercera entregas de la trilogía de ‘Regreso al futuro’ (‘Back to the Future’, Robert Zemeckis, 1986) suponían la apuesta más fuerte de la Universal para cerrar la década de los ochenta y comenzar la de los noventa. Una apuesta que ya se había saldado en 1989 con resultados muy por debajo de los esperados para ‘Regreso al futuro II’ (‘Back to the Future Part II’, Robert Zemeckis) y que el final de la saga no lograría mejorar.

Si ya con ‘Regreso al futuro II’ apunté la semana pasada que la incapacidad de rescatar el “encanto” de la primera parte jugaba muy en contra de la percepción final de la cinta, con ‘Regreso al futuro III (‘Back to the Future Part III’, Robert Zemeckis, 1990) dicha incapacidad, unida a otros factores que iré comentando en el transcurso de esta entrada, conforman un panorama que aleja aún más a la cinta de la experiencia que había sido ver la cinta original cinco años antes, por más que, en realidad, este viaje al lejano oeste de Marty McFly no sea más que un remedo con mucho polvo y un climax espectacular del esquema argumental de la primera parte.

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Con todo el equipo de la anterior entrega repitiendo de forma íntegra, y un rodaje que se traslado al desierto de Sonora —a 600 kilómetros de Los Ángeles— y a Monument Valley, la anécdota más curiosa que rodeó a la producción de ‘Regreso al futuro III’ es la que tuvo que ver con el “infernal” solape que, durante tres semanas, se dio entre la conclusión de la post-producción de la segunda parte y el comienzo de la filmación de la que hoy nos ocupa, un hecho que traería no pocos quebraderos de cabeza a Robert Zemeckis.

El realizador, que no quería dejar en manos de la segunda unidad el arrancar con el rodaje, mantuvo durante esos veintiún días un horario que sólo le permitía dormir entre cuatro y cinco horas, cogiendo un avión desde Los Ángeles al set a eso de las 4:30 de la madrugada y regresando nada más acabada la jornada a la meca del cine para poder supervisar el montaje final de sonido que Bob Gale había estado controlando en su ausencia diurna, acabando para el director el día casi al filo de la medianoche. En sus propias palabras:

(…) fue muy difícil montar la segunda parte mientras rodábamos la tercera. Ahí es donde pienso que la segunda película sufrió un poco, porque no pude dedicarle toda mi atención. El día no tenía horas suficientes para hacer dos películas y dedicar a ambas toda mi atención.

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Según se cuenta, la idea de que Marty terminara viajando a finales del siglo XIX, a ese período de la historia del que surgió el western —el único género cinematográfico que no existía antes de la aparición del celuloide—, fue del propio Michael J.Fox cuando, todavía en plena producción de la primera parte, respondió a la pregunta de Zemeckis y Gale de adónde le gustaría viajar en el tiempo afirmando que le encantaría “ver el viejo oeste y conocer vaqueros”, una afirmación que se quedó en la memoria de los cineastas hasta que, redactando el guión de la segunda y tercera entregas, decidieron traerla de vuelta.

(Por si todavía queda alguien que no la haya visto, spoilers de aquí al final) Y es que, encadenando con los últimos acontecimientos ocurridos en la segunda parte de la trilogía, Marty se verá obligado a trasladarse cien años en el pasado a 1885 —bueno, setenta sin consideramos que el desplazamiento lo hará desde 1955—, yendo a parar a un Hill Valley en construcción en el que se encontrará con sus tatarabuelos y con el antepasado de Griff, Bufford Tannen, un pistolero con muy mala baba que, como ya ocurriera en las anteriores entregas, se establecerá como el antagonista de nuestro héroe.

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Plagada de innumerables guiños al género, desde que Marty llega a 1885 hasta su agridulce final, uno de los principales problemas de ‘Regreso al futuro III’ es la decisión de Zemeckis y Gale de centrar más la atención del relato en esta ocasión en Doc, inventándose para ello el repentino amor que nace entre el chiflado pero brillante científico y Clara, una profesora recién llegada a Hill Valley encarnada con su habitual candor por Mary Steenburgen.

Los momentos en que el relato dedica toda su atención a ambos personajes y abandona a Marty, se cuentan —al menos en lo que a mi respecta— como los más olvidables de toda la trilogía, no consiguiendo Christopher Lloyd y Steenburgen hacer creíble una relación que, aunque justificable desde cierto punto de vista, es incapaz de generar ningún tipo de interés en un espectador que espera, ahora que la saga llega a su fin, poder asistir a acontecimientos que no provoquen una constante sensación de dèjá vu.

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Afortunadamente, hay mucho de eso que el público sí quiere ver como para que el lastre de ritmo en el que se encalla la cinta cada vez que su atención vira hacia Doc y Clara se termine convirtiendo en algo más que una molestia pasajera: a los ya citados guiños para los amantes del género —atención a los familiares rostros de los parroquianos del salón de Hill Valley o al lugar donde se rueda la atribulada llegada de Marty a 1885—, culminados en un homenaje en toda regla a cierto filme de Clint Eastwood que no mencionaré, se une, cómo no, todo el tramo final en el tren, un vertiginoso climax en el que Zemeckis demuestra otra vez —y van…— que es un narrador consumado, planteando una escena que, sin necesidad de recurrir a piruetas imposibles y a un montaje apabullante, consigue mantener al espectador agarrado a la butaca durante la totalidad de su duración.

Quien tampoco yerra en sus decisiones es Alan Silvestri: manteniendo las sonoridades que llevaban caracterizando a la saga desde su primera entrega, Silvestri tiene aquí la oportunidad de innovar sobre el tejido musical con una partitura que, alejándose de lo anodino y repetitivo de la segunda entrega, rescata a principios de la década de los noventa el espíritu del western de Steiner, Tiomkin y, sobre todo, Bernstein, con un tema principal que recuerda, y cómo, al que el desaparecido músico compusiera para ‘Los siete magníficos’ (‘The Magnificent Seven’, John Sturges, 1960).

El trabajo de Silvestri, unido a la espléndida labor de Fox y de un hilarante Thomas F. Wilson, a la dirección de Zemeckis y a un diseño de producción fantástico, se elevan como las mejores bazas de una conclusión que, como apuntaba más arriba, deja un sabor agridulce en el espectador por dos motivos fundamentales: el primero, por no conseguir traer de vuelta las sensaciones que la primera parte de la trilogía siempre consigue provocar en cualquier revisionado que se le haga; el segundo, y más importante, porque con su último plano, se cerraba una saga que, sopesada de forma global y aún con los evidentes defectos que he comentado, es una de las cinco mejores trilogías de la historia del cine. Ahí es nada.

Robert Zemeckis: 'La muerte os sienta tan bien', difuntas inquietas

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La película es realmente una parodia. Parodia un estilo de vida de una forma al límite. La cuestión es que los hijos del baby boom son la primera generación de la historia en ser bombardeados por imágenes de perfección y juventud. Lo han visto toda su vida en la televisión y en los anuncios (…) Inconscientemente hemos sido condicionados. La gente está desesperada por parar el proceso de envejecimiento.

Robert Zemeckis

Si hay algo que la anterior cita de Robert Zemeckis deja perfectamente claro es que ‘La muerte os sienta tan bien’ (‘Death Becomes Her’, 1992) es una cinta que no debería ser tomada en serio desde su comienzo hasta, sobre todo, su final, teniendo que considerarse a sus 104 minutos de metraje como una suerte de macabra continuación en imagen real de los patrones que llevaron al director a incursionar en el mundo de la animación con su ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ (‘Who Framed Roger Rabbit’, 1989), un filme con el que éste que hoy nos ocupa guarda no pocas concomitancias.

Pero el hecho de no poder ser tomada en serio no es suficiente óbice para que ‘La muerte os sienta tan bien’ siempre haya tenido la consideración de ser una de las peores películas de la filmografía de Robert Zemeckis, una consideración que compartí la primera vez que la vi en cine a principios de los noventa y que los dos visionados llevados a cabo en los veinte años que han transcurrido desde entonces no han hecho más que acrecentar, por más que uno tenga en cuenta las circunstancias que llevaron al cineasta a decantarse por la filmación del guión escrito por Martin Donovan y David Koepp tras el año sabático que se tomó a la finalización de ‘Regreso al futuro III (‘Back to the Future Part III’, 1990).

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Y es que tras una década asociado a dos nombres fundamentales para entender su cine, los de Spielberg y Bob Gale, Zemeckis decidió que ya era hora de escindirse de ambos y comenzar a explorar territorios que para nada estuvieran influidos por su compañero de fatigas desde ‘Locos por ellos’ (‘I Wanna Hold Your Hand’, 1978) o por aquél del que siempre se la ha considerado como alumno aventajado. Y para ello nada mejor que aceptar la propuesta de la Universal de filmar un libreto con el que la major pretendía recuperar al director que tantos beneficios había reportado a sus arcas con la trilogía de viajes en el tiempo.

Historia sobre la búsqueda de la eterna juventud insertada en el ámbito de la hipocresía de Hollywood, ‘La muerte os sienta tan bien’ contaba con 55 millones de dólares para respaldar la seriedad de la apuesta de la Universal, así como con una terna de intérpretes cuya probada solidez debería haber sido más que suficiente para conseguir lo que finalmente no fue posible, que la cinta funcionara en la taquilla estadounidense, en la que sólo llegó a recabar 58 millones, unos ingresos que exponían el mal funcionamiento de una historia poco convincente cuyo exagerado tono paródico terminaba por jugar en contra de los anhelos comerciales de sus responsables.

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Como decía, el que la producción pudiera contar con Bruce Willis, Meryl Streep y Goldie Hawn —amen de Isabella Rosellini— parecía garante más que suficiente para hacer funcionar las cajas de los cines, máxime si tenemos en cuenta que la cinta permitía ver a los dos primeros en papeles muy alejados a aquellos a los que nos tenían acostumbrados hasta entonces, con un Willis encarnando a un apocado y patético cirujano plástico para nada relacionado con su John McClane y una Streep a la que el cambio del drama —su medio natural— a la comedia no podía sentar mejor, siendo la actriz la que anima la función con su papel de Madeleine, una estrella roba hombres que pagará muy caro el haberle quitado el novio a su “amiga” Helen, una vengativa Goldie Hawn muy en la línea de lo que siempre ha interpretado la pareja de Kurt Russell.

Pero los nombres del trío, la siempre espléndida puesta en escena de Zemeckis —si hay algo en lo que el cine del realizador nunca defrauda es en sus modos narrativos, en el ritmo que sabe imprimirle a sus historias cuando así lo necesitan y en la claridad con la que lo expone todo— y la espectacularidad de los efectos visuales de la cinta, que fueron justamente premiados con el correspondiente Oscar, no son capaces de ocultar el episódico y deshilvanado talante de un guión que trata a la desesperada de devenir en un vehículo simpático capaz de provocar la risa, fallando estrepitosamente en éste último ámbito.

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Por más que haya que calificarla como comedia —muy negra, eso sí— ‘La muerte os sienta tan bien’ no resulta graciosa en un 90% de su metraje, siendo divertida sólo a ratos y guardando sus momentos de mayor efectividad para aquellas secuencias en las que, como apuntaba al comienzo de la entrada, la cinta se acerca al mundo cartoon de Roger Rabbit, con exageraciones imposibles que aquí se trasladan de los personajes animados a dos de los de carne y hueso que protagonizan la trama, alcanzando el metraje el grado de mayor paroxismo en este sentido en su esperpéntico plano final; una imagen que resume a la perfección las intenciones paródicas de guionistas y director pero que, personalmente, es la gota que colma el vaso de lo poco que la cinta convence a este redactor.

Por cierto, por si alguien se está preguntando a qué corresponde ese reducido 10% de gracia que alberga el filme que recuerde cierta escena en la que Sidney Pollack, enfundado en una bata de médico —en uno de esos cameos que tanto gustaba de hacer el fallecido cineasta—, intenta dilucidar cómo diantres sigue viva Madeleine…sin lugar a dudas, el mejor gag de toda la cinta y el único digno de recordar de una película del montón que, paradójicamente, servía como antesala a una de las obras maestras de Robert Zemeckis.

Robert Zemeckis: 'Forrest Gump', una vida poco ordinaria

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Cuando pienso en ello, lo que encuentro interesante en esta película es que se basa en una historia sobre diferentes tipos de amor. Amor entre amigos, entre una madre y su hijo, entre un hijo y su madre, amor de pareja, amistad y sufrimiento. Trata de todo eso. Y creo que por ello esta película es tan popular.

Robert Zemeckis

Unos leves compases de piano y el errático y azaroso vuelo de una pluma en un soberbio plano secuencia servían a Robert Zemeckis para dar un salto de gigante hace casi veinte años con respecto a lo que hasta entonces le habíamos visto en su filmografía, alcanzando gracias a este recorrido por tres décadas de historia de Estados Unidos una posición que lo situaba directamente a la altura de los grandes y le permitía acceder al grupo de privilegiados que han sido galardonados con cierta estatuilla dorada.

Ya sin el padrinazgo de Spielberg, que como vimos había abandonado en su anterior producción, y también sin la colaboración de Robert Gale, Zemeckis volaba en solitario para ofrecernos todo un recital visual y vital en torno a la figura de un “tonto” que es mucho más de lo que parece a simple vista, un personaje que consagró de forma definitiva a Tom Hanks como uno de los mejores actores de la historia —a día de hoy, éste sigue siendo la actuación que primero le viene a uno a la cabeza cuando piensa en el intérprete—, otorgándole su segundo Oscar consecutivo tras el conseguido por ‘Philadelphia’ (id, Jonathan Demme, 1993), un logro que hasta entonces sólo había conseguido el gran Spencer Tracy y de cuyos réditos todavía sigue aprovechándose la estrella.

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Lavándole la cara por completo al personaje central, el guión de Eric Roth se basaba de forma bastante libre en la novela homónima de Winston Groom. Tanto es así que, como afirma Richard Corliss en el libro de Norman Kagan ‘The Cinema of Robert Zemeckis’:

Como suele ser habitual en Hollywood, se realizó un despiadado lifting de la novela de Groom. En el libro, Forrest era simplemente raro, pero no tan inocente o afortunado. Tiene encuentros sexuales, experimenta con drogas (…) El guionista traspasó todos los defectos de Forrest —y la mayoría de excesos que América cometió durante los sesenta y setenta— a Jenny (…) El suspense de la película reside así en si ella dejará que el la salve.

Tan radicales fueron los cambios ejercidos por Roth sobre el personaje de Jenny, que es en la descripción de ésta y en cómo se comporta a lo largo del filme donde, en cierto modo, ‘Forrest Gump’ (id, 1994) encuentra su talón de Aquiles y donde la cinta se separa de la opción de haberse convertido en una obra maestra, quedándose en una producción sobresaliente cuya apreciación depende sobremanera de intentar mantenerse al margen de la dudosa moral que enarbola el libreto y, por ende, el metraje.

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Vale que la historia de superación y de ignorar las limitaciones impuestas por la sociedad quede muy potenciada por el hecho de venir protagonizada por un personaje con ciertas taras mentales y, cómo no, por la extraordinaria partitura de Alan Silvestri, que aúna inocencia, sensibilidad y determinación en los dos temas fundamentales del score. Y vale también que debido a la extraordinaria labor de Tom Hanks —asombroso y carismático de principio a fin— esa dudosa moral a la que me refería antes esté suavizada para que su impacto quede minimizado al máximo, pero lo cierto es que momentos como las referencias al Ku-Klux-Klan, a los abusos sexuales o a lo que Forrest tiene que decir acerca de Vietnam —¿por qué censurar el aparentemente polémico discurso del personaje?— son tratados con una moral de tintes ultra cristianos que, al menos en lo que a servidor atañe, chirría se la mire por donde se la mire.

Y como decía antes, si hay un personaje en ‘Forrest Gump’ en el que se vuelca gran parte de esta carga —si hay algo que siempre me ha parecido deleznable es la forma en la que se nos insinúa el porqué de la enfermedad de Jenny y qué no debemos hacer para contraerla— ese es el que intrepreta Robin Wright: por más que sea necesario para el buen fluir de la historia, la descripción que el libreto de Rothn hace de Jenny puede llegar a convertirse en no pocos momentos en un elemento odioso con el que resulta prácticamente imposible llegar a empatizar.

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Encarnación de todos los excesos que Estados Unidos cometió durante las décadas de los sesenta y setenta, el amor de Forrest es un elemento que chirría constantemente, y aunque puede llegar a comprenderse el interés del guionista por su transformación con respecto al libro, y por presentarla como escaparate que sirva para exorcizar los demonios de toda una generación de americanos que experimentaron con las drogas alucinógenas o vivieron con intensidad el movimiento hippie y las revueltas sociales que acompañaron a la Guerra de Vietnam; los esfuerzos del guionista por hacerla receptáculo de todo lo negativo del filme —o casi todo— termina por convertirla en alguien desagradable que actúa por puro egoísmo y que se aprovecha de Forrest en unas formas que nada tienen que ver con el incondicional amor que éste le profesa.

Y si Jenny es la exposición descarnada del sueño americano roto y la representación en la cinta de que no todo era —es— perfecto en el “american way of life”, resulta muy evidente que las intenciones de Roth y, en última instancia, las de Zemeckis, pasan por convertir al catálogo de personajes que rodean al protagonista y, por supuesto, a éste, en símbolos inequívocos de otras de las facetas más arquetípicas de la idiosincrasia estadounidense.

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En este sentido, Forrest es la cara más inocente y representa la pureza de sentimientos y ese algo “bigger than life” que tanto se ha llegado a explotar en el séptimo arte. Con Jenny como todo lo contrario, es entre estos dos extremos del espectro donde la cinta nos ofrece las tonalidades grises que representan la madre de Forrest —espléndida Sally Field— y, sobre todo, ese teniente Dan encarnado con gran convicción por Gary Sinise en el que se vierte todo el cinismo de un país que, entre otras cosas, se ha ido definiendo a lo largo de la historia por su maquinaria bélica.

Considerando todo lo expuesto, es obvio que, como comentaba antes, el disfrutar de ‘Forrest Gump’ en toda su dimensión pase inexcusablemente por aceptar —o ignorar— las “lecciones vitales” más cuestionables que la cinta intenta impartir, quedándonos con su cara más amable para, a partir de ahí, poder apreciar la magnitud del trabajo realizado por el equipo artístico encabezado por Robert Zemeckis.

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Destacando del mismo la preciosa fotografía de Don Burgess, que repetiría en cuatro producciones más con el cineasta, donde es casi obligatorio pararse a la hora de hablar de los valores de la cinta es en el trabajo de la ILM, tanto en lo que se refiere a la creación de entornos inexistentes —los estadios de futbol americano, el estanque del obelisco, la playa de Vietnam, las pelotas de ping-pong…— como en lo que atañe a todas esas secuencias en las que Forrest se inmiscuye en la historia del país, encontrándose con tres presidentes, Elvis Presley o John Lennon de tal manera que uno puede llegar realmente a plantearse si Tom Hanks ha viajado en el tiempo.

Pero por encima de todo hay que alabar, y cómo, lo que Zemeckis pone en juego durante las dos horas y veinte de metraje: de nuevo con la claridad en las formas narrativas como máxima, la inclusión de la cámara lenta en dramáticos momentos puntuales y el amplio abanico de recursos que podemos ver en el director —tan pronto rueda una escena íntima que se mete en las junglas de Vietnam y nos muestra con pulso firme un ataque con napalm— son ejemplos evidentes de que con ‘Forrest Gump’ el cineasta sube el primer escalón en una madurez de formas que sólo irán en aumento con dos de sus siguientes producciones, quitándose definitivamente el sambenito de alumno aventajado de Spielberg para convertirse en un director a la altura de lo que éste último ha supuesto en la historia del séptimo arte.

Y eso es todo lo que tengo que decir sobre esto…

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