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'El vuelo', Denzel Washington por todo lo alto

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‘El vuelo’ (‘Flight’, Robert Zemeckis, 2012) supone la vuelta de su director al cine de imagen real, tras estar toda una década obsesionado con la animación —y yo diría con resultados estimables—, cogiendo para ello un libreto escrito por John Gattins, quien se inspiró muy levemente en un suceso real acaecido en California hace más de una década, en la que un accidente aéreo acabó con toda la tripulación y los pasajeros. También puede venir a la mente el famoso caso del piloto que aterrizó su avión en el río Hudson sin haber una sola víctima. Pero aunque el punto de partida pueda ser ese, la historia que Zemeckis pone en imágenes se aparta totalmente de las producciones centradas en catástrofes de esta índole, al contrario se opta por centrarse en las consecuencias personales del piloto tras el incidente. Un drama intimista vestido de superproducción.

Y al respecto decir que el mismo director ha confesado que esta ha sido su película más barata desde hace muchos años, un drama que en cierto modo enlaza con la última película en imagen real, ‘Náufrago’ (‘Cast Away’, 2000).Si en aquella un hombre se sentía solo en una pequeña isla desértica, experiencia que le hacía renacer de nuevo, en esta nos encontramos ante un hombre que se encuentra solo tras una enorme catástrofe que logra evitar en gran medida, debido a problemas personales. Un viaje hacia su propio infierno que le hará revivir de nuevo. El resultado es otro ejemplo del buen narrar de Zemeckis, aunque esta vez hay quedado lastrado por no haber tenido el valor suficiente de llegar hasta las últimas consecuencias.

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(From here to the end, Spoilers) Whip Whitaker (Denzel Washington) es un piloto de avión que es puesto en tela de juicio por sus adiciones al alcohol y las drogas. A pesar de ser visto por media nación como el héroe que salvó la vida a casi un centenar de personas, el hecho de que podría haber estado borracho o drogado antes y durante el accidente abrirá una investigación que amenaza con meter a Whip en la cárcel de por vida. A priori parece el típico melodrama sobre un hombre que puede perderlo todo por ser un alcohólico, pero la fina dirección de Zemeckis marca la diferencia, visualizando como nadie los puntos más interesantes del guión, algo maniqueo, de Gattins. Tras dos tercios casi sublimes, en los que parecemos asistir a un descenso a los infiernos de alguien que lo tenía todo, nos cuelan un final moralizante que si bien no logra estropear por completo la calidad del producto, sí desentona con el resto.

Por lo que acabo de decir parece que ‘El vuelo’ me ha parecido un film faliido o algo parecido. No. me ha parecido una buena película que podría haber sido muy grande. La nominación al Oscar para Denzel Wasinghton es sin duda muy merecida —realmente este año, en esa categoría, y en otras muchas, la calidad es altísima—, prácticamente él lleva todo el peso del film, y aunque se trata uno de esos personajes que al actor le van de maravilla, lo cierto es que el intérprete logra despojarse de algunos tics adquieridos con los años y consigue una interpretación alejada de todo lucimiento. Baste mirar los instantes en los que el personaje consume cocaína, de un control absoluto, o la inquietante secuencia de la visita a su ex-mujer e hijo. Todo un derroche de buen hacer de un actor que va camino de situarse entre los más grandes —de la historia, me refiero—.

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También está el excelente ritmo que le imprime Zemeckis a la historia con momentos cumbre como el del accidente, filmado con todo luejo de detalles. Un momento lleno de tensión que supone todo un punto de inflexión en la vida de Whip. Con una investigación sobre su cabeza deberá encauzar su vida por el buen camino, algo que le será muy difícil de realizar, a pesar de contar con el apoyo de su abogado, que hará cosas ilegales por protegerle, o Nicole (Kelly Reilly), una mujer ex adicta que conoció en el hospital —fascinante su primer encuentro en las escaleras de servicio del hospital, junto con otro personaje al que da vida el televisivo James Bagde Dale—, y cuya presencia sirve para subrayar el carácter solitario de Whip, incapaz de conectar emocionalmente con alguien. En ningún momento juzga Zemeckis las acciones de su a ratos mezquino personaje central, y tampoco le viste de gloria. Pero le redime en lo que parece un acto de cobardía final.

Me refiero al momento en el que Whip debe recurrir a su compañero de juergas, y suministrados de sustacias por doquier, Harling Mays, a cargo de una sensacional John Goodman. En dicho instante y en el que le sigue inmediatamente se ponen todas las cartas sobre la mesa, la más sangrante ironía se apodera del relato, llamando a cada cosa lo que es, y en lugar de aprovecharlo, en lugar de terminal el film por todo lo alto, este se vuelve peligrosamente moralizante en el que no faltan sospechosas menciones a Dios. Una final demasiado blando y aleccionador que estropea las posibilidades más oscuras de un relato en el que cualquiera puede verse identificado.

Con todo, se celebra el regreso de Zemeckis a la imagen real, en la que sigue siendo un perfeccionista. Con un poco más de arrojo el drama podría ser su género.


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